Sin
duda, Joaquín Pereyra, cónsul español en Burdeos, no se olvidará
el día que tuvo que estar presente en la exhumación del cadáver de
Francisco de Goya y, ante su sorpresa, a este le faltaba la cabeza.
Pereyra había localizado la tumba de Goya, en una de sus visitas al
cementerio de la ciudad, donde descansaba su difunta mujer. El pintor
había sido enterrado junto a los restos de Martín Miguel de
Goicoechea, su suegro, en un mausoleo y Pereyra, tras realizar el
descubrimiento, decidió tramitar todos los asuntos legales, para que
los cadáveres pudieran volver a España. Tras realizar a cabo la
exhumación, el cónsul tuvo que informar, con consternación, que la
cabeza de pintor no cabía en el féretro:"Y
precisamente todo induce a creer que los huesos encerrados en esta
última caja son los de Goya, por ser los huesos de las tibias mucho
mayores que los contenidos en la caja de zinc,
y además haberse encontrado restos de un tejido de seda de color
marrón, que debe ser los del gorro con que se presume fue enterrado
Goya". A pesar de todos los problemas, al final, los restos de
Goya lograron ser trasladados a España, pero la desaparición de la
cabeza, hoy por hoy, sigue siendo un secreto, sin resolver.
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