A lo largo de la historia nos encontramos con coincidencias que, eso, que dan miedo por que parecen irreales y, en realidad, fueron ciertas.
-El Titánic y El Titán. Todavía no se ha logrado una explicación real sobre los hechos sorprendentes, que podemos leer en la novela “Vanidad”, que fue escrita por Morgan Robertson, en el año 1898, sobre el hundimiento de un lujoso y gran transatlántico, al que llamó como “Titán” y el episodio real del naufragio del Titanic, que sucedió unos 14 años después, de la publicación de l libro. El mes en el que tiene lugar el naufragio, el número de pasajeros que iban en el barco, los tripulantes y los botes salvavidas, el tonelaje, la magnitud del naufragio y, para mayor sorpresa, la velocidad en la que tuvo lugar el impacto de dicho iceberg. Pues bien, todos estos datos son, en la práctica, exactos, lo que hace que cueste creerlo.
-La bala que espera. En el año 1893, Henry Ziegland dejó a su novia y ella se mató. Por venganza, su hermano lo siguió hasta su domiciliio y le disparó en el jardín, y por angustia y arrepentimiento, por haber hecho esto, se pegó un tiro. Pero Henry sobrevivió, ya que la bala sólo le rozó la cara y se quedó incrustada en un árbol. Pero, esa misma bala, terminó con su vida, veinte años más tarde. En el año 1913, Ziegland tomó la decisión de dimanitar las raíces de este árbol, que tenía el proyectil, para poder arrancarlo del jardín. Dicha explosión propulsó la susodicha bala, salió disparada hacia su cabeza y, veinte años más tarde, le provocó la muerte, en el momento.
Foto: fuente.
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